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«La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio».  

Cicerón (106 a.C.- 43 a.C.). 

Un sofisma es una «razón o argumento aparente con que se quiere defender o persuadir lo que es falso». El sofisma es una falacia intencional en la que una persona o grupo de personas enuncian una inferencia errónea o no válida para engañar al otro. Por tanto, los sofistas son tramposos y mentirosos, ya que engañan a través de sus discursos. Típicos ejemplos de sofismas son: «todas las mujeres conducen mal», «todos los hombres son machistas», «todos los estadounidenses son ignorantes», «la violencia solo puede ejercerla el hombre contra la mujer», «el SAP es una forma de maltratar a las mujeres y sirve para encubrir el incesto»… La ideología de género manipula, engaña y se burla de las verdaderas mujeres maltratadas y de aquellas que luchan por la auténtica igualdad de sexos. 

Para las personas de bien y que realmente creemos en la igualdad, la verdad es que la violencia no tiene género, ni raza, ni religión. La violencia es un comportamiento humano que no distingue a hombres de mujeres, ni clases sociales ni estatus económico-socio intelectuales. Existen hombres maltratadores y mujeres maltratadoras, hombres asesinos y mujeres asesinas, hombres agresivos y mujeres agresivas, hombres manipuladores y mujeres manipuladoras, hombres perversos y mujeres perversas… 

Las leyes sí hacen distinciones, y en España la ley no es la misma para los hombres que para las mujeres. Así, la Ley Integral de Violencia de Género se crea amparándose en que el origen de la violencia es la cultura machista española. 

El suicidio es la primera causa de muerte no natural en España y que no se investiga sobre las causas de las muertes de personas suicidadas. Solo las cifras de suicidios, con una media de más de 3.500 muertes al año, frente a las muertes de mujeres a manos de sus parejas – 60 por año aproximadamente, son bastante más alarmantes y merecerían más inversiones públicas para tratar de reducir ese número si realmente se valorara el problema por los costes en vidas humanas. Sin embargo, para la ideología de género no interesan las vidas, sino la utilidad de las muertes. 

Según las conclusiones presentadas en el III Informe del Centro Reina Sofía, España es un país que ocupa uno de los lugares más bajos a nivel internacional sobre violencia contra la mujer. Sin embargo, ¿cómo es posible que se haya creado una legislación tan radical e injusta para combatirla? ¿Cómo es posible que mantenga a pesar de su ineficacia y de violar los derechos humanos? ¿Cómo puede la sociedad española seguir percibiendo que la violencia machista es un problema de alarma social? Vaya por delante que mantener la Ley de Violencia de Género es muy rentable desde el punto de vista económico. El lobby feminista, que no representa en absoluto a las mujeres de bien que creen en la verdadera igualdad entre hombres y mujeres, se niega a renunciar a su exclusivo y enfermizo interés crematístico, aunque para seguir nutriéndose destruya física y psicológicamente a miles de familias. ¿Cómo lo consigue? Muy sencillo. Como cualquier ideólogo, manipula la realidad de manera descarada.  Es raro el día que no aparezca una noticia relacionada con la violencia de género o mensajes para combatirla: «Denuncia, mujer», «tolerancia cero contra el maltrato», «recuerda que puedes llamar al 016», «todos contra el maltrato», «no estás sola, ¡denuncia!»… Este bombardeo constante ha calado hondo en la sociedad española. 

La televisión, que debería ser una fuente de periodismo riguroso y honesto, de cultura y entretenimiento, se ha convertido en un vertedero de basura para los que permanecen hipnotizados frente a novelas, tertulias de famosos, programas de cotilleo frikis, realities, noticias y programas sensacionalistas. 

La distracción es una de las estrategias más antiguas de manipulación; el pan y circo de los romanos —Panem et circenses—. Se trata de distraer a las masas de los asuntos importantes mediante un aluvión de noticias insignificantes o intrascendentes para el buen devenir social. 

Otra estrategia de manipulación de las/los feministas radicales – la mayoría sin aptitudes, cualidades, formación y conocimiento alguno para ocupar el puesto que desempeñan en sus cargos- es conseguir que la masa se sirva más del aspecto emocional que de la reflexión crítica racionalista – la razón como principal fuente de conocimiento-. Se trata de una técnica clásica que otorga la información desde un punto de vista emocional, con el objetivo de bloquear el análisis racional de la audiencia y, por tanto, su sentido crítico. Activar el estado emocional de las personas, además, hace que sea más fácil implantar ideas, deseos y temores. Los políticos, las cadenas de televisión y el resto de medios de comunicación dominan estas técnicas de persuasión. Son expertos en ofrecer información sesgada, manipulada y falsa con un doble objetivo. Por un lado, silenciar aquello que no interesa dar a conocer; por otro, transmitir a los ciudadanos lo que conviene, aunque para ello haya que inventarlo. Todos hemos escuchado tópicos como: «¡Fíjate, fíjate, lo ha dicho la televisión!», «¡cállate, no sabes de qué hablas, lo sé porque lo ha dicho la televisión!», «¡mira, otro caso de violencia machista!». 

Multitud de medios de comunicación, que flaco favor hacen al periodismo de rigor e investigación, han convertido el tema de la violencia de género en un circo mediático que debería ser cortado de raíz. Ofrecen información recortada y cargan a gran parte de los tratamientos informativos de morbosidad. Esta información sesgada, acompañada de entrevistas sin rigor contrastado, hacen que la audiencia perciba la realidad como algo alarmante. 

Si a las feministas ultrarradicales o con perspectiva de género les importara de verdad la muerte de las mujeres a manos de los hombres, empezarían por investigar cuáles son las razones que han llevado al asesinato y se abstendrían de imponer su dogma fundamental acerca de que el machismo es la única causa de las muertes de mujeres en España. En vez de retirarse a países seguros y delirar en su opresión imaginaria, como ya expuse en mi anterior artículo, las feministas que abrazan la ideología de género, deberían estar en contacto con grupos de mujeres del mundo en desarrollo. Por desgracia, estas “ feministas”  no tienen nada que ver con Ayaan Hirsi Ali u otras muchas mujeres feministas que luchan por la verdadera igualdad, que reconoce ese reto moral.

No es ningún secreto que la ideología de género suponen muchísimo dinero —que va a parar a los lobbies— y mucho sufrimiento: Uno de los grandes lobbies es el feminismo, que quiere que las mujeres se enfrenten a los hombres, a los cuales se persigue con legislaciones injustas, como la Ley de Violencia de Género. La LIVG no solo no ha evitado una sola muerte, sino que, desde su implantación, deriva miles de millones de dinero público a organismos y asociaciones diversas, hay más muertes y sufrimiento social. En torno a esta ideología se ha montado una amplísima red de receptores de dinero público que crece día a día para no perder una vida lucrativa y sustanciosa. Del cuento se benefician, entre otros grupos, las organizaciones feministas con todas sus redes de asociaciones y federaciones, delegadas y representantes en diversos organismos de ayuda y promoción de la mujer con sus correspondientes empleos en la administración, cobrando asombrosas subvenciones de dinero público, los partidos políticos y los sindicatos, con estructuras paralelas de asociaciones de mujeres.

La ideología de género ha conseguido instalarse en la sociedad, en la educación de los hijos, en la policía, en nuestro ordenamiento jurídico, en los abogados, los jueces, fiscales, equipos psicosociales adscritos a los juzgados y en los trabajadores sociales. También ha logrado corromper a partidos políticos, periodistas y medios de comunicación, los cuales, salvo casos contados, transmiten lo que dice el Gobierno de turno, revelan información sesgada y ocultan lo que no quieren que se conozca. ¿Acaso esto es periodismo de rigor con pensamiento crítico? No. Es periodismo basura.

La ideología de género priva a las personas de expresar y difundir sus pensamientos, ideas y opiniones en libertad, derecho fundamental reconocido en el artículo 20.2 de la CE. Esta ideología de corte fundamentalista y dictatorial no otorga justicia a mujeres que siguen desprotegidas, a los ancianos y niños víctimas de la violencia doméstica y afectados de alienación parental. Lo mismo que con cualquier régimen totalitario o en cualquier guerra, lo primero que se destruye es la verdad, después, la libertad y, finalmente, la justicia. 

EL LAVADO DE CEREBRO Y LA MANIPULACIÓN DE LAS PERSONAS. 

¿Cómo imponer una mentira global? ¿Qué técnicas de manipulación psicológica pueden utilizarse desde una élite de la sociedad al resto? ¿Cómo puede un grupo pequeño de personas condicionar lo que haga o piense una sociedad entera? ¿Cómo puede una cúpula de poder engañar a una sociedad entera? Estas técnicas psicológicas se preparan para generar mentiras que calen en la sociedad y llevar a los ciudadanos a un punto de pensamiento ideológico. 

Para que una sociedad sea proclive a ser engañada hay que tener unos soportes básicos:

1º. Debe ser inculta o ignorante. La ignorancia se percibe en las redes sociales. Cuanto más cerril y lego es un individuo, más culto y poseedor de la verdad se cree; cuanto más inculta sea una sociedad, más deprisa se radicaliza y, por tanto, más fácil es de manipular. Tiene que ser una sociedad de borregos, amansada por completo. 

2º. Debe tener una pérdida de referencia histórica. Cuanto más olvide toda su historia, mejor. Si carecemos de referencias, también adoleceremos de patrones a seguir para evitar los errores cometidos a lo largo de la historia y dejaremos de emular los éxitos logrados. 

3º. Debe haber ausencia de valores. Sin un patrón ético o moral, la sociedad no tendrá conciencia de adónde va; tampoco para valorar lo correcto o erróneo. 

La psicosis masiva del totalitarismo se ha inducido a lo largo de la historia en multitud de ocasiones. Como explica Joost Meerloo, es simplemente una cuestión de reorganizar y manipular los sentimientos colectivos de la manera adecuada. El método general por el cual los miembros de una élite gobernante pueden lograr este fin se denomina menticidio. La etimología de este sustantivo alude al debilitamiento sistemático e intencional de la mente consciente de una persona. Meerloo lo define como un asesinato de la mente, al ser un antiguo crimen contra esta y el espíritu humano, pero modernizado. Es un sistema organizado de intervención psicológica y perversión judicial a través de la cual una clase dominante puede imprimir sus propios pensamientos oportunistas en aquellos a los que planea usar y destruir. Para cometer el delito de menticidio, en primer lugar se prepara a la población sembrando el miedo. El uso de propaganda para difundir información errónea o falsa y promover la confusión ayuda a quebrar a las masas. Los gobernantes y sus lacayos en los medios de comunicación utilizan información contradictoria y sin sentido, incluso mentiras descaradas. Cuanto más confundan, menor será la capacidad de la población para aplacar su miedo de forma racional.

En otras palabras, la confusión aumenta la susceptibilidad del que cede a las ilusiones del totalitarismo. La lógica se puede enfrentar a la razón, mientras que la ilógica, no; porque confunden a los que piensan con claridad. La gran mentira repetida una y otra vez tiene más atractivo emocional que la lógica y la razón. Mientras las personas están buscando un argumento razonable a la primera mentira, los ideólogos totalitarios les agreden con una nueva mentira. 

La violencia engendra más violencia y lleva a las sociedades a sacar los instintos más peligrosos que todos llevamos dentro. Nunca caigan en la trampa, porque entonces estaremos todos perdidos. Los ideólogos farsantes son las personas más peligrosas que existen. Su único fin es dividir a las sociedades para que se devoren entre sí. Una sociedad egoísta, dividida y con la mente fuera de la realidad está condenada al más absoluto fracaso. Eso es lo que buscan, porque ahí van sus ganancias y la pobreza de todos nosotros. 

Abrir los ojos cuando uno está siendo dominado supone el principio hacia la libertad. Por ello, cuanto más duro sea el conflicto, más glorioso será el triunfo, como dijo Thomas Paine. El lavado de cerebro, es el título de un documental emitido por la televisión noruega en 2010. Dicho documental resultó decisivo para desenmascarar la falsedad de las teorías y postulados, supuestamente científicos, difundidos por el régimen de ideología de género durante décadas. La prueba de la importancia de dar a conocer esta realidad la protagonizó el cierre del Instituto NIKK (Nordik Information on Gender). El Consejo Nórdico de Ministros, órgano intergubernametal formado por Noruega, Suecia, Finlandia, Dinamarca e Islandia, decidió, en diciembre de 2011, cerrar el citado instituto, el equivalente en España al Observatorio Contra la Violencia Doméstica y de Género y el Ministerio de Igualdad. La decisión fue tomada tras comprobarse que los llamados «expertos científicos» del NIKK habían despertado una gran incredulidad entre la comunidad científica mundial consultada, quienes pusieron de manifiesto que la ideología de género no es más que una serie de suposiciones y teorías que carecen de base científica alguna al no estar avaladas por investigaciones empíricas. Tras serles retiradas las subvenciones, al NIKK no le quedó otra salida que cerrar46

El lavado de cerebro y la manipulación de las personas también es el título de un documental emitido por Televisión Española, dentro del programa Redes, dirigido por el ya fallecido Eduardo Punset. Dicho documental resulta relevante para comprobar qué fácil es manipular a una sociedad. 

Desde el punto de vista científico, el concepto lavado de cerebro existe desde 1950. Se trata de un término propagandístico acuñado por Edward Hunter, un periodista y agente de inteligencia estadounidense. Un ejemplo de lavado de cerebro fue lo ocurrido en Jonestown. «¡Acabemos con esto ya! ¡Acabemos con esta agonía!». Después de escuchar estas palabras de boca del pastor evangélico estadounidense Jim Jones, 918 personas se suicidaron bebiendo cianuro el 18 de noviembre de 1978 en un remoto lugar de Guyana, en el noroeste de América del Sur. Nadie comprendía cómo se puede pasar de ser cristiano a adoptar ciegamente el pensamiento de un líder paranoico que condujo a esta gente a suicidarse de manera colectiva. 

Otro ejemplo de lavado de cerebro fue la manipulación del lenguaje en la Alemania nazi. El mensaje era corto: «la raza aria es superior a todas las demás». «¿Cuál fue el medio de propaganda más potente del hitlerismo? ¿Eran los discursos individuales de Hitler y de Goebbels, […] su agitación contra el judaísmo, contra el bolchevismo?». Esta es la pregunta que se hizo el periodista y filólogo judío alemán, Victor Kemplerer, en su libro La lengua del Tercer Reich, para llegar a la conclusión de que no. Este catedrático de Filología recuerda cómo la gente jugaba a las cartas o hablaba de temas banales mientras las radios emitían los discursos del Partido que todos parecían escuchar con la máxima atención. 

El nacionalsocialismo se introdujo en el cerebro de las masas con palabras y expresiones de uso cotidiano que terminaron por crear una determinada forma de ver la realidad o, como dirían los nazis, una cosmovisión, una Weltanschauung. No perdamos de vista que Hitler no llegó al poder a través de un golpe de Estado, sino que el pueblo alemán lo eligió votándolo en las urnas. Su ministro de propaganda, Joseph Goebbels, afirmaba que una mentira repetida mil veces se convierte en una gran verdad. 

En la España actual, la ideología de género también se ha introducido en el cerebro de las masas con palabras de uso cotidiano: «la violencia machista es una lacra a erradicar», «tolerancia cero contra la violencia machista», «el SAP no existe, es una forma de violencia contra la mujer y un invento neomachista para encubrir la pederastia de los varones a sus hijos», «hay que acabar con el patriarcado». Estas expresiones han terminado por crear una determinada forma de ver la realidad —cosmovisión— que, aunque es falsa, es la políticamente correcta. Quien discrepe de dicha forma de pensar será censurado y castigado. 

La gran mayoría de personas cree que tiene unas ideas y creencias tan arraigadas que no puede manipularse su mente y, en consecuencia, su libertad de pensamiento. Nada más lejos de la realidad. Tal y como explica Kathleen Taylor, doctora en Fisiología de la Universidad de Oxford, es relativamente fácil transformar la mente de las personas. Con una buena técnica, se logra reemplazar unas ideas por otras. La finalidad: eliminar la identidad independiente de la persona manipulada para que no entorpezca el control total que se pretende ejercer sobre dicha persona. 

El feminismo socialista es una corriente teórica y política que censura el patriarcado y el capitalismo al considerarlos opresivos hacia la mujer, pues se trata de estructuras que la explotan y la ponen al servicio de los intereses del capital y la clase dominante. «El feminismo socialista se define vinculado a la sociedad, no a los partidos políticos». Eso explica que haya políticas del PSOE que declaren expresamente que son feministas socialistas antes que social feministas. Su militancia principal no se encuentra en su partido, sino dentro de las filas de la ideología de género. «A fin de cuentas, el partido no es sino un instrumento útil para alcanzar sus fines».

El actual presidente de Gobierno, don Pedro Sánchez Castejón, en pleno desarrollo de la pandemia del Covid-19, más preocupado por sus votantes y el poder que por la seguridad y la salud física de los ciudadanos, prefirió mirar para otro lado ante la amenaza ya conocida del coronavirus para que las manifestaciones del 8-M del año 2020 fuesen un éxito de público. Para lograr sus fines, lanzó un mensaje de apoyo a la movilización feminista: «¡Queremos una España feminista, porque solo desde el feminismo acabaremos con la violencia machista y lograremos la igualdad real! ¡Viva la lucha de las mujeres!». 

El 22 de marzo de 2020, ESdiario publicaba que el ministro de Ciencia e Innovación, Pedro Duque, comunicó que el Gobierno sabía desde el 30 de enero de 2020 de la gravedad del coronavirus y no hizo nada, demostrando así que decidió poner en riesgo a la población frente a las informaciones fehacientes de expertos que indicaban que la enfermedad que se había iniciado en la ciudad china de Wuhan era una gran amenaza para la salud de los españoles. Conociendo la letalidad del Covid-19, el Gobierno permitió que decenas de miles de personas se dieran cita en las calles durante las manifestaciones feministas del 8-M. Y ello pese a que un experto en Salud Pública de la OMC, Juan Martínez Hernández, advirtió de la máxima amenaza que era ya entonces el coronavirus en una reunión en el Ministerio de Sanidad en la que el Ejecutivo Central tomó la decisión de menospreciar la gravedad del virus. 

El 9 de marzo de 2020, el periódico El País publicó que el feminismo es el movimiento con mayor capacidad de movilización, sobre todo en España, donde lidera la lucha por la igualdad con mucha más fuerza que en otros países europeos. Ese año, todos los partidos, menos Vox, acudieron a la manifestación. Hasta el PP, ausente en anteriores citas, participó pese a sus tensiones internas. 

El centro de Madrid volvió a acoger la manifestación más numerosa, con 120.000 asistentes, según la Delegación del Gobierno, que marcharon bajo los lemas «revuelta feminista» y «con derechos, sin barreras, feministas sin fronteras».

Se usó el coronavirus para dar más fuerza a la reivindicación feminista: «Mata más el machismo que el coronavirus», se leía en varias pancartas en Madrid. «El patriarcado mata más que el coronavirus», gritaban miles de manifestantes en la Gran Vía en Bilbao. En Valencia se vociferaba «protégete contra el machismo», «no estamos todas, faltan las asesinadas», «no es un caso aislado, se llama patriarcado». 

Cualquier ideología pretende acomodar la realidad a sus ideas, siendo imprescindible para conseguir sus fines manipular el lenguaje, el propio significado de las palabras que identifican esa realidad. Para que una convicción se convierta en lavado de cerebro, se necesitan emociones fuertes —leyes de género, transmitir a la sociedad española una alarma social ante el machismo violento, promover manifestaciones feministas haciendo creer al pueblo que el machismo es una lacra con la que hay que acabar—, y que muchas personas crean lo mismo, porque eso se lo pone mucho más fácil a los que ostentan el poder. 

Los políticos y asociaciones feministas que siguen defendiendo la Ley de Violencia de Género a pesar del fracaso, jamás se arrepentirán del daño que causan, pues son auténticos militantes de su gran mentira. El arrepentimiento conlleva una enormidad de problemas: la falta de credibilidad ante los demás, la culpabilidad con la que deberán vivir, los continuos juicios de los que serán objeto… Arrepentirse es, además, abandonar la posición que, aunque falsa, se ha conseguido cristalizar día a día. Significa renunciar al poder y a los intereses crematísticos. 

Cuando las personas nos encontramos valorando una primera idea de lavado de cerebro, la idea crea los datos que nos llegan. Percibimos algunas de estas informaciones a través de lo que vemos, de lo que oímos y del espacio donde están los objetos en el mundo que observamos. 

Pero, en gran parte, proviene de otras personas. Así, si la mayoría de gente que nos rodea repite el mismo mensaje o idea y nadie dice algo distinto, la realidad se convierte en lo que esa gente trata de inculcarnos. No hay nada más, pues no llegan fuentes de información alternativas que nos hagan cambiar de opinión y comprender que la información que nos proporcionan está manipulada o es falsa. 

Los gritos y mensajes tradicionales de las movilizaciones contra la violencia machista se escuchan en España y, como hemos adelantado, los ideólogos de género se apropian de la palabra «igualdad» reforzando su manipulación sobre la masa y consolidando en el pueblo la falsa creencia de que nuestro país está repleto de hombres maltratadores, violentos y asesinos. Desde que la Ley Integral de Violencia de Género entró en vigor, el lavado de cerebro a la sociedad española está bien servido: bombardeo a diario sobre «tolerancia cero contra la violencia machista», «mujer denuncia», «ante el primer síntoma, denuncia», «llama al 016». 

Los poderes públicos controlan la información junto con los medios de comunicación, y lo que nos dicen se convierte en la única verdad, aunque sea falso. No se admite más verdad que la del pensamiento único. Si a esto le sumamos las emociones, se vuelve más fuerte incluso, aunque algo lo cuestione o llegue alguien que nos diga que estamos equivocados. 

Vivimos en una España de luchas de sexos enferma moralmente, donde en vez de fomentarse el bienestar social, la concordia, la igualdad real entre hombres y mujeres, el amor y la unión en la familia se fomentan, con leyes ideológicas, los odios desaforados entre mujeres y hombres, conllevando el sufrimiento de miles de familias. Esta sociedad enferma es el resultado de los políticos que crearon la LIVG —el PSOE— y los que después estuvieron en el poder —el PP—, que no se atrevieron a criticarla y derogarla, priorizando su interés por los votos sobre el bienestar social. En la actualidad, tanto el PSOE como el PP siguen anclados en sus intereses particulares y, por tanto, siendo militantes de su gran mentira. 

A los que ocultan la realidad de lo que expongo, les aseguro que las injusticias cambian de víctimas con increíble rapidez, y puede que un día lleguen a sufrirlas sino les ha tocado ya. 

Esteban Bastida Martín.

Todos los derechos reservados

ISBN 978-84-19304-02-5

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