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El feminismo progresista de ideología de género es la gran mentira del siglo XXI. Castigar a un negro con mayor dureza por ser negro, era racismo; castigar a un judío con mayor dureza por ser judío, era nazismo; castigar a un homosexual por serlo es homofobia; a castigar a un hombre con mayor pena por ser hombre se le llama igualdad; a discriminar y desamparar a los menores que sufren SAP se le llama proteger a las mujeres de su maltratador. 

Cuando he dialogado con feministas de género o con hombres afines a dicha ideología por miedo a ser censurados, castigados, o solo por medrar, he comprobado que la norma general es que desconocen aquello de lo que hablan. Muestran una absoluta ignorancia en cuestiones de SAP, de denuncias falsas de violencia de género o de diferencias entre el feminismo de equidad y el feminismo de género. Es normal. Hablan por boca de ganso y repiten como papagayos el mismo discurso que este ideario ha logrado insertar en sus mentes. 

 Cuando un ganso grazna, todos los demás se pliegan al barullo. Hablar por boca de ganso equivale a repetir algo de cuya constancia se carece. Quien así habla suele respaldarse en el conocimiento de otro. No verifica lo que ha oído, ni lo piensa, ni lo critica. Simplemente, habla y repite.

Cuando se les pregunta por el SAP a los que abrazan la ideología de género, suelen responder, sin fundamentación alguna y sin pensamiento crítico, que no existe porque carece de aval científico y es un invento neomachista para maltratar a las mujeres. Si se les cuestiona la ideología de género, contestan que es la lucha del feminismo actual para acabar con la lacra del machismo y la discriminación de la mujer en España. Si se les pregunta por las denuncias falsas de violencia de género, aseguran que no existen o son casi inexistentes, porque lo dice el CGPJ y la Fiscalía General del Estado. Sobre la violencia machista en España, aluden a que el machismo es la única causa de que un hombre mate a una mujer. Ahí terminan sus respuestas. 

La prudencia debería ser una norma de obligado cumplimiento en las opiniones sobre esta materia. Cuando digo que no tienen idea de lo que hablan es porque no han experimentado que un hijo los odie sin justificación y que no vuelvan a verlo porque la Justicia no hace nada. No lo han vivido. No han experimentado lo que es vivir bajo una acusación falsa de violencia de género y que la Justicia no haga nada. No lo han vivido. No han experimentado ni pueden decir lo que se siente cuando un hijo, hermano o amigo ha sido acusado falsamente por violencia de género. No lo han vivido. No han experimentado el suicidio de un hijo, un hermano, un tío o un amigo por no haber podido soportar un proceso judicial originado por una denuncia falsa. No lo han vivido. Ignoran el significado de perder a alguien amado por estas causas. No lo han experimentado, no lo han vivido. Solo lo comprenderán cuando sufran una de estas situaciones en primera persona o cuando las padezca un ser al que aman. Entonces, con independencia de credos o ideologías, abrirán los ojos, despertarán y tomarán conciencia real del principio moral universal que así se expresa: «Trata a los demás como quieras que te traten a tí», «no le hagas a los demás lo que no quieras que te hagan». 

El feminismo de equidad no tiene nada que ver con el feminismo de género o ideología de género. Son cuestiones radicalmente distintas. La igualdad y la libertad no se imponen, se conquistan. La libertad la ha conquistado la sociedad española, que se ha dotado de una democracia en la que todos gozamos de derechos y libertades. La igualdad entre hombres y mujeres ha sido una conquista de estas últimas, por esfuerzo, sacrificio, mérito y demostración de capacidad, y ello, sin duda, tras una historia marcada por la desigualdad. El feminismo de igualdad o equidad va acompañado del respeto y el rigor que defienden los derechos humanos necesarios para un Estado de derecho. Se trata de un movimiento histórico y, como tal, es espontáneo, así como el resultado de una evolución y progreso social de igualdad y justicia. Promueve la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres desde el respeto a la ley. Cualquier otra valoración supone desvirtuar el propósito de un movimiento que ha conseguido multitud de logros. Logros que, en ningún caso, se pueden atribuir a las actuales feministas españolas que abrazan la ideología de género y se cuelgan medallas por méritos ajenos.

A los lobbies y grupos de presión se les llena la boca con la palabra igualdad, sin embargo se niega esa misma igualdad, con palabras y hechos, cuando se aplica al hombre. Tal desigualdad se pone de manifiesto cuando, ante el mismo delito, merece mayor pena si es cometido por el hombre contra la mujer que si es a la inversa. Así, si un hombre agrede a una mujer provocándole lesiones físicas o psíquicas, su condena oscila entre dos y cinco años de prisión. Si es la mujer la que comete el delito, el castigo es de seis meses a tres años de prisión; es decir, casi la mitad de la pena impuesta al hombre. 

No podemos perder de vista que la presunción de inocencia es un derecho fundamental del ciudadano para protegerse contra los errores y abusos policiales y judiciales, así como de la mala fe de quienes hacen un uso fraudulento de las leyes. Sin esa presunción de inocencia, los ciudadanos están perdidos. Cuando, en lugar de en presunto inocente, la ley convierte al hombre en presunto culpable, el sistema democrático falla y está tocando fondo. 

No es de extrañar que el gobierno esté alarmado por la fuga y el rechazo del voto masculino – también femenino-  debido a las políticas de igualdad y de los que han sufrido en primera persona una denuncia falsa de violencia de género. Son miles los varones que son denunciados falsamente en España por violencia machista. El Ministerio de Igualdad español debería haber desaparecido hace muchísimos años, pues se ha demostrado que es una amenaza para la paz social y familiar. Este Ministerio, junto con el actual gobierno defiende ideas falsas propias de regímenes totalitarios, ideas tales como que España es una sociedad machista y que hay que acabar con la lacra del machismo; que hay que acabar con el patriarcado. Este Ministerio  – también el actual gobierno- oculta el maltrato psicológico ejercido por una madre para que un hijo odie de manera patológica a una figura insustituible como un padre ( Síndrome de Alienación Parental) y ha llegado – con el más absoluto desconocimiento en materia de SAP desde el punto de vista psicológico y jurídico, como demuestro en la obra- a prohibir por ley  que se investigue el maltrato psicológico a menores o víctimas de Síndrome de Alienación Parental;  Este Ministerio defiende la farsa de la violencia vicaria como forma, según refieren, del machismo más brutal que un hombre ejerce contra una madre matando a sus propios hijos. El concepto violencia vicaria fue inventado por el psicólogo Jorge Corsi que fue condenado a prisión por pederastia y cobró conferencias organizadas por todo el territorio español a costa del contribuyente español. Con posterioridad la psicóloga Sonia Vaccaro Cecarelli hizo suyo este invento execrable. Y por si no fuera suficiente, este Ministerio defendiendo la “Ley del Solo Sí es Sí”, que ha excarcelado a multitud de agresores sexuales y que deja indefensas a las mujeres, en vez de pedir perdón a la sociedad, siguen defendiendo esta Ley culpando a la “Justicia Patriarcal”. La ministra de igualdad, Irene Montero, ha expresado que en España se defiende la cultura de la violación, siendo ella la causante de excarcelar a multitud de violadores con la ley referida; y además será recordada por haber sido recientemente condenada por  la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo a indemnizar al exmarido de María Sevilla (presidenta de Infancia Libre, organización que se dedicaba a denunciar falsamente a padres por maltrato y que fue condenada por denunciar falsamente a su exmarido de maltrato y sustraer a su hijo para que no tuviera relación con su padre) en 18.000 euros por intromisión ilegítima contra el honor al llamarle maltratador. Para indultar a esta ex convicta, la ministra afirmaba que “se trataba de madres protectoras que ponían su cuerpo en medio para defender a sus hijos de sus maltratadores”.

El concepto de violencia vicaria o por sustitución es definido por el feminismo de género progresista como un tipo de violencia en la que el agresor utiliza a los hijos e hijas como instrumentos para hacer daño a las madres. Este concepto se está utilizando una y otra vez en los medios desde el pasado 27 de abril de 2021, cuando desaparecieron dos niñas, Anna y Olivia Gimeno Zimmermman, junto a su padre El cadáver de Olivia, de seis años, fue encontrado el 6 de junio de 2021 por el buque Ángeles Alvariño a una profundidad de unos mil metros. A raíz del espantoso y deleznable asesinato de sus hijas a manos de su padre, Tomás Gimeno, las protestas multitudinarias en contra de la violencia de género se han multiplicado por todo el país. 

La violencia vicaria es otra gran mentira política y legal pues el feminismo progresista de género pretende, sin ninguna base científica, castigar con leyes «el ataque de un padre a un menor para castigar a la madre»; es decir, el dañar a los hijos se considera una forma de violencia de género hacia la mujer. 

Esta propaganda de la violencia vicaria se enmarca dentro de la manipulación psicológica de las masas para crear una visión parcial del mundo, como se ha hecho en todos los regímenes políticos totalitarios a lo largo de la historia.

A las feministas de género que afirman que la mujer nunca miente —o casi nunca— o que ni maltratan ni matan a sus hijos, o que no matan a los hombres, entre otras cosas, se les levantan ampollas cuando se les menciona por ejemplo, el caso de Yaiza. Cristina Rivas, la madre, asesinó a su hija el 31 de mayo de 2021, asfixiándola con una bolsa de plástico. Tras matarla, se tomó un cóctel de medicamentos para acabar con su vida. La actuación del Sistema d’Emergències Mèdiques (SEM) le salvó la vida y ahora afronta un proceso judicial por un asesinato que según ella misma ha relatado en presencia judicial, planificó con meses de antelación para perjudicar al padre, del que llevaba separada tres años. 

Recientemente la Audiencia Provincial de Madrid ha condenado a 18 años y medio de prisión a Rocío Martínez, apodada “la golosina”, por el asesinato de la menor Denisa María Dragán, asestándole una puñalada.

También les incomoda y desagrada que les recuerden el caso de Gabriel Cruz u Operación Nemo. Este niño desapareció la tarde del 27 de febrero de 2018 en Almería. Su asesina fue una mujer: Ana Julia Quezada. Lo mató en una finca familiar perteneciente al padre del menor. Con solo ocho años, desapareció en el trayecto que separaba la casa de su abuela paterna y la de unos familiares, distante unos cien metros una de otra. Su paradero fue desconocido durante doce días. El hallazgo de su cadáver se produjo el 11 de marzo en el maletero del coche de la asesina. La autora confesa del crimen desenterró el cuerpo del niño en una finca propiedad de la familia paterna, donde había tenido lugar el asesinato el mismo día de la desaparición. Lo introdujo en el vehículo y se dirigía a su vivienda cuando fue detenida por la Guardia Civil en la misma puerta. 

El jurado popular concluyó que fue la autora culpable del asesinato. La sentencia dictada por la Ilustrísima Audiencia Provincial de Almería la condenó a prisión permanente revisable y a una pena de ocho años y tres meses más por dos delitos de lesiones psíquicas y dos contra la integridad moral de cada uno de los padres del menor. 

Tampoco les gusta que se les recuerde a la parricida de Santomera: Francisca González, condenada a cuarenta años de prisión por acabar con la vida de sus dos hijos menores, Adrián y Francisco Miguel, de seis y cuatro años. Los estranguló en su propia casa con el cable del cargador de un teléfono móvil para hacerle daño al padre, José Ruiz. Sufría de celos por las infidelidades de este. La noche de 2002 en la que asesinó a sus hijos, había esnifado cocaína, pero la sentencia recogió que los psiquiatras y psicólogos que actuaron en el juicio llegaron a la conclusión de que eso no influyó en su conciencia y voluntad. También se la condenó a indemnizar al marido con 200.000 euros y al hijo mayor con 40.000. 

O cuando se recuerda a Mónica Juanatey Fernández, que ahogó a su hijo, lo colocó dentro de una maleta y lo tiró en una finca. O el caso de Alicia R. R., que asesinó a su hijo de dos años de sesenta y siete puñaladas. Rechazan hablar del caso de Juana Rivas, que secuestró a los suyos, ni de Davinia Muñoz, que mató a su hija a golpes. Por supuesto, odian que se les recuerde el caso Infancia Libre en el que María Sevilla saltó a la actualidad de los medios de comunicación por haber secuestrado a su propio hijo e impedir que mantuviera contacto con el padre a quien acusó con mentiras de abusar de modo lascivo y libidinoso del menor. En 2007, se dio a la fuga con el niño y con otra hija fruto de una segunda relación. Fue detenida a finales de marzo de 2019 en una localidad de Cuenca. 

Esta madre se presentó en sociedad como presidenta de Infancia Libre y en calidad de tal asesoró en temas de abusos sexuales de padres a hijos a Unidas Podemos. Participó en sesiones en el Congreso de los Diputados y en la Asamblea de Madrid. 

La asociación que presidía resultó ser una fábrica de denuncias falsas contra padres. La policía confirmó que Infancia Libre funcionaba como una organización criminal con una operativa común en todos los casos: por un lado, generar informes psiquiátricos falsos elaborados por ciertos profesionales; por otro, usar de manera espuria todos los vericuetos legales para denigrar y destruir a los padres denunciados con falsedades.

En la actualidad, María Sevilla está condenada como autora responsable de un delito de sustracción de menores y negarse a entregarlos a su padre pese a existir una orden judicial. También se la condenó a cumplir dos años y cuatro meses de prisión, así como a la inhabilitación especial para el ejercicio de la patria potestad durante cuatro años, además de pagar las costas del juicio e indemnizar por daños morales a su exmarido con cinco mil euros.

Tampoco se alude a las mujeres que abandonan a sus hijos recién nacidos en un contenedor de basuras o en vertederos. ¿Alguien ha visto a las feministas de género manifestarse en las calles condenando estos asesinatos espeluznantes cometidos por madres? A este tipo de crímenes tan perversos como monstruosos, ¿cómo habría que llamarlos o cómo los calificarían las feministas con perspectiva de género? ¿Violencia feminazi? ¿Violencia hembrista? ¿Violencia misándrica? 

El espectacular incremento de asociaciones feministas desde la promulgación de la Ley Integral de Violencia de Género ha sido sorprendente, así como la proliferación de fundaciones feministas que viven bajo el paraguas económico del Estado español. Todas ellas reciben generosas subvenciones con el dinero de todos los españoles. Con tan suculentas subvenciones, es muy fácil comprender por qué esta ideología de género apoya sin cesar una ley ineficaz como la Ley Integral de Violencia de Género, así como las políticas de igualdad. 

¿Qué es lo que motiva a las enfurecidas y enfurecidos que con ira desmedida siguen defendiendo a día de hoy la Ley de Violencia de Género? Si la respuesta es que quieren terminar con la lacra de la violencia machista, dicha afirmación queda desmentida en tanto las estadísticas nos indican que la ley no ha mejorado ni empeorado los datos en este sentido. Es una ley ineficaz; por tanto, no parece que la violencia de género les quite tanto el sueño como la ideología de género y el suculento dinero del que se nutren. Afirmar que sin el machismo se acabaría con los fallecimientos de mujeres es una afirmación falaz. Detrás de un hombre homicida —al igual que detrás de una mujer homicida— hay causas más allá del machismo. Más bien tiene que ver con el control de impulsos, la conflictividad familiar, el alcoholismo, las drogas, las alteraciones mentales, la depresión, la esquizofrenia, la delincuencia habitual, etc. 

El feminismo progresista feroz cuenta con excesiva atención pública, pero empieza a perder adeptas para la causa. Su discurso de culpabilizar al hombre y al patriarcado de la mayoría de los males de la sociedad es cada día más débil. Es público y notorio que a ninguna de estas feministas de género las vemos trabajar por la igualdad de la mujer en otros países, donde la violencia machista si existe de verdad y de una forma inconcebible en pleno siglo XXI. No luchan para acabar con la lacra de la violencia machista que viola a diario los derechos humanos de las mujeres en países como Arabia Saudí, Afganistán, Egipto, Mali, Líbano, Marruecos, Jordania, Somalia, Sudán, norte de Nigeria, Irán, Chad, Siria o Pakistán. Países donde la mujer, por el mero hecho de serlo, sufre injusticias sociales y violaciones de derechos humanos como sometimiento al matrimonio forzado, analfabetismo, lapidación por adulterio, mutilaciones genitales, condenas por crímenes de honor que otorgan a un padre o a un hermano el derecho a matar a su hija o hermana si sospecha o descubre que esta es adúltera. Se las considera ciudadanas de segunda, las obligan a llevar velo y a seguir un estricto código de vestimenta, vivir a la sombra de los hombres hasta el punto de necesitar su autorización para estudiar, salir a la calle, trabajar e incluso participar en eventos deportivos. Son expuestas a explotación y acoso sexual a través de las políticas discriminatorias impuestas por las autoridades.

La inmensa mayoría de mujeres tienen un padre, hijos, hermanos, tíos o abuelos, y las que valoran el feminismo de igualdad agradecen lo que dicho feminismo ha logrado: el voto femenino, la oportunidad de tener una carrera de éxito, alcanzar puestos directivos en una gran multinacional, empresarias, políticas, magistradas, ingenieras, etc. Para ellas es imposible identificarse con un movimiento como el actual que trata a sus hijos, hermanos o parejas como un enemigo y un monstruo a destruir. El feminismo con perspectiva de género es vergonzoso y lamentable, pues se gesta desde la mezcla de teorías de la conspiración del patriarcado fantasma y la propaganda. 

El feminismo contemporáneo de género odia al hombre —misandria o misoandría, del griego miso, «que odia», y andrós, «varón»—, y no es un movimiento que favorezca la liberación de la mujer. Si algo repudia el feminismo de género es a las mujeres libres. Quieren siervas o dependientes de su ideología. Tampoco se trata de un movimiento popular surgido de una masa social que ve necesario organizarse.

Por tanto, si bien el machismo es una conducta despreciable —al igual que lo es el feminismo ultraradical—, y por supuesto debería ser desterrado, no es el único motivo para que un hombre agreda o mate a una mujer. 

Estas feministas progresistas dicen que la Ley Integral de Violencia de Género ha sido un progreso, cuando en realidad ha supuesto un retroceso: La vuelta al derecho penal de autor que nos retrotrae a épocas terribles en tiempos pasados. 

Las leyes que juzgan la violencia ejercida por la mujer como secundaria o inexistente, condenando con mayor rigor la violencia ejercida por el varón, constituyen, además de una injusticia palmaria, un serio factor de riesgo para las propias mujeres». La explicación viene dada porque, ante las injusticias amparadas por leyes como la Ley Integral de Violencia de Género, donde la violencia de la mujer queda impune y su versión se presume veraz, muchas veces obtiene como respuesta un aumento de violencia por parte del varón, que se siente tratado de manera injusta, conduciéndolo a una desesperación que se materializa en violencia. De este modo, los objetivos de esta ley resultan contrarios a los que pretende. 

El feminismo de género, pretendiendo hacer de nosotros un país de peleles infantilizados, adoctrina y manipula a la sociedad diciendo que, incluso en occidente, las mujeres son cautivas de un sistema de injusticia y represión. Este feminismo de género o progresista nace de la política radical de los 60 y estuvo marcado por la filosofía marxista y la de Marcuse, Frantz Fanon y Michel Foucoult.  Estas feministas progresistas no tienen nada que ver con las feministas de “equidad”, que son las que verdaderamente defienden la igualdad moral, social y legal de hombres y mujeres. Su origen es la Ilustración. El feminismo de equidad o de la libertad quiere para las mujeres lo que para todos: dignidad, oportunidad y libertad personal.

Ya en los años noventa, el PSOE incorporó la ideología de género de la mujer oprimida a su programa electoral. El PP lo hizo a finales del siglo XX. En pleno siglo XXI casi la totalidad de los partidos políticos abrazan la ideología de género, conscientes de que apela al mundo de los sentimientos y atrae votos. Ha habido políticos que se han tenido que desdecir de sus propias declaraciones contra el feminismo de género, entre ellos, Toni Cantó. Cuando era presidente de gobierno, don Mariano Rajoy tuvo que afirmar que era el más feminista de su partido. La realidad es que el feminismo de género y el verdadero feminismo de igualdad se confunden. Tanto es así que, en 2004, todos los partidos aprobaron la LO 1/2004 contra la violencia de género, aniquilando con ello la presunción de inocencia, un derecho humano fundamental en nuestro sistema. 

El feminismo actual con perspectiva de género considera traidoras a las mujeres que quieren decidir en libertad y rechazan el pensamiento totalitario de la ideología de género, pues repudian del lobby feminista que les impone unas ideas incuestionables, les indica cómo deben vestir y qué ideas deben apoyar. 

El feminismo progresista o con perspectiva de género desgraciadamente sigue existiendo por la gran cantidad de dinero público y privado que recibe para obtener objetivos ajenos al bienestar de las mujeres.  Solo ese incentivo puede dar vigor a un movimiento del que la inmensa mayoría de mujeres se siente ajena. 

Es una verdad irrefutable que la violencia no tiene género, ni raza, ni religión. La violencia es un comportamiento humano que no distingue ni a hombres ni a mujeres, ni clases sociales, ni estatus económico, social o intelectual. La Ley Orgánica 1/2004 de 28 de diciembre de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género se crea amparándose en que el origen de la violencia es la cultura machista española. Al ser una ley ideológica y al aplicarla los jueces, se tambalean los cimientos de un verdadero Estado de derecho. 

En el libro Educación para la ciudadanía Proyecto Conecta 2.0 de la Editorial SM, se plasma en la página 79, “el Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género da un dato terrible: en España el 97 % de las mujeres que sufren violencia a manos de sus parejas no denuncia los hechos”. Ante esa afirmación transmitida a los jóvenes estudiantes, el ciudadano de a pie se pregunta: ¿cuántas mujeres sufren violencia a manos de sus parejas en España, según el Observatorio contra la Violencia de Género OVG, debiendo por ello presentar denuncia? Para conocer el dato basta con hacer una regla de tres: si durante los siete primeros años de aplicación de la Ley Integral contra la Violencia de Género fueron admitidas más de 1.034.000 denuncias y, según el Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género, el 97 % de los casos de violencia no se denuncian, resulta que se debería haber alcanzado la astronómica cifra de 34.466.666 denuncias durante dicho periodo de tiempo. En consecuencia, y si fuera cierto el dato que ofrece el OVG a los estudiantes, unos treinta millones de hombres ―descontando los casos de denuncias múltiples― habrían ejercido violencia contra la mujer en España. Por tal motivo debieron ser denunciados, detenidos y encarcelados, hasta que se demostrase su inocencia ante un tribunal. Las cifras hablan por sí mismas y sobran comentarios.

Lo peor de todo lo que afirma la LIVG es que los varones, al ser peores, merecen una pena mayor que las mujeres ante un mismo delito o falta. Además, al ser los malos no merecen credibilidad alguna; mientras tanto, la mujer, al hallarse en el grupo de las buenas, es digna de toda credibilidad ante cualquier denuncia, aun sin existir testigo alguno. Bastará su testimonio ante un juez para etiquetar a un hombre como presunto culpable hasta que demuestre su inocencia. Es, sin lugar a duda, la mayor perversión de esta ley, al invertirse la carga de la prueba: no es quien acusa el que tiene que demostrar la culpabilidad del denunciado, sino que es el propio acusado quien debe demostrar su inocencia. 

Para que todo esto calase en la sociedad española era preciso distorsionar tanto la realidad como los números. Y ello se ha logrado mediante la manipulación de las cifras, así como la selección del tipo de información que debía darse a conocer y la que debía ocultarse. 

En España, ciertos comportamientos machistas han ido generando una importante cultura que ha llevado a crear la LIVG. El machismo estaba bien visto hasta hace pocos años. En la actualidad, existen casos en los que el hombre cree estar por encima de la mujer, lo que no implica que en España impere el patriarcado, sino una concepción cultural heredada en determinados ámbitos sociales. Esto no justifica que se mantenga una ley haciendo creer a la sociedad que todos los hombres son machistas por naturaleza y maltratan física y psicológicamente de forma habitual a las mujeres por el simple hecho de serlo. 

En la actualidad, hay mujeres que continúan padeciendo maltrato por parte del hombre. Muchas son incapaces de denunciarlo debido a la dificultad de superar sus miedos. Además, el sistema no les ofrece confianza. 

España es uno de los países del mundo que cuenta con el menor número de asesinatos de mujeres a manos de sus parejas. En una población de más de 46 millones de habitantes, una media de 60 mujeres son asesinadas al año por sus parejas. Las cifras oscilan entre 49 y 74 , dependiendo de diversas variables que nada tienen que ver con las campañas publicitarias y las ingentes inversiones públicas. 

Las cifras de suicidios, con una media de más de 3.500 muertes al año, son bastante más alarmantes y merecerían más inversiones públicas para tratar de reducir ese número si realmente se valorara el problema por los costes en vidas humanas. Sin embargo, para la ideología de género no interesan las vidas, sino la utilidad de las muertes. 

En España, la tasa de muertes de mujeres a manos de su pareja es de 2,6 por millón de mujeres. En países como Austria o Finlandia se alcanza la cifra de 9 o 10 por millón de mujeres. Estamos en los puestos de cola junto a países como Mónaco o Andorra. El estudio elaborado por el Instituto Universitario para el Estudio de la Violencia del Centro Reina Sofía recoge datos hasta 2006. Ubica a España por detrás de los países referidos, así como de Estados Unidos (8,4 por millón), Francia (5,2), Reino Unido (4,2), Noruega (3,7) e Italia (3,7). El país con más muertes de mujeres a manos de sus parejas es Puerto Rico (14,1 por millón), seguido de Chipre (12,4). 

Si bien una muerte debe bastar para tratar de evitarla, la realidad es que la sociedad española no puede tacharse de violenta, ni sus hombres de asesinos o maltratadores de forma sistemática hacia las mujeres. 

En todas las estadísticas de personas fallecidas por causas ajenas a la biológica en poblaciones extensas, existe una tasa de inevitabilidad, imposible de erradicar por mucho dinero público que se invierta en ello. Es preciso señalar que, en España, las cifras de asesinatos de mujeres a manos de sus parejas se mantienen pese a inversiones de miles de millones de euros en fondos públicos y unas campañas absurdas destinadas a erradicar una causa baja. 

Antes de la LIVG, la tasa de asesinatos era de una media de 49 mujeres en una población de casi 23.000.000. Cualquiera con pensamiento crítico y ajena al lavado de cerebro de los partidos políticos, instituciones públicas, asociaciones feministas radicales y medios de comunicación se preguntará: ¿por qué una ley como la LIVG 1/2004, que pretendía disminuir el número de víctimas, ha logrado el efecto contrario? 

Si realmente les importase a las/los feministas de género la muerte de las mujeres a manos de los hombres, empezarían por investigar cuáles son las razones que han llevado al asesinato y se abstendrían de imponer su dogma fundamental acerca de que el machismo es la única causa de las muertes de mujeres en España. 

Datos demoledores – El Mercantil Valenciano, 12 de septiembre de 2014. Véase también Crown (2016) : el suicidio es la primera causa de muerte no natural en España. Provoca más muertes que los accidentes de tráfico y laborales, los homicidios y los asesinatos juntos. Esta es la información que Enrique Echeburúa, profesor de la Universidad del País Vasco, presentó en el marco del X Congreso Internacional de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS), celebrado en Valencia del 11 al 13 de septiembre de 2014. La cifra de suicidios consumados oscila entre 2.500 y 4.500 anuales en España. En 2012 se registraron 3.539 suicidios consumados, el 77 % de hombres y el 23 % restante, mujeres. Mientras, los homicidios o asesinatos provocaron entre 1.000 y 1.500 muertes anuales, los accidentes de coche unos 1.300 y los accidentes laborales alrededor de 550 en 2013. En el año 2014, se registraron 3.910 fallecimientos por suicidio. De estos, el 75 % afectó a los varones, dado que 2.938 hombres decidieron quitarse la vida frente a 972 mujeres en dicho año.

Debido a los numerosos factores que intervienen, los expertos no logran encontrar una explicación concluyente ante los suicidios. Enrique Echeburúa apunta a estas tres causas como componentes básicos: 

1ª. Un intenso sufrimiento interno. 

2ª. La carencia de recursos, tanto materiales como psicológicos. 

3ª. La desesperanza ante el futuro. 

En 2007, el Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género decidió ocultar los datos de hombres asesinados en el ámbito de la pareja. 

Nada se investiga sobre las personas que se suicidan estando en trámites de separación o divorcio. Nada se sabe y tampoco existe interés alguno por conocerlo. Las personas en prisión con más probabilidad de suicidarse coinciden con aquellas que han sido condenadas siendo inocentes. También a las que, aun estando en libertad, se les ha privado de cuanto poseían de forma injusta y arbitraria.

En palabras de la magistrada María Sanahuja: «Una condena injusta genera una violencia tremenda, una espiral en la que la víctima entra en un proceso de autodestrucción, pierde el control de sus actos, redobla la violencia e incluso acaba recurriendo al suicidio». 

La Asociación Europea de Abogados de Familia denuncia la situación de desamparo que sufren miles de varones en España: el pasado 10 de julio de 2018, en el Hospital Universitario de la Paz, en Madrid, se descubrió un cuerpo en el foso de uno de los ascensores del centro médico. Tras realizar las indagaciones oportunas para poder descubrir la identidad del cadáver, la policía confirmó que había sido un suicidio. Por las informaciones que trascendieron, la víctima, varón de 68 años, dejó en su casa una carta de suicidio. En ella exponía que se había sentido abandonado por su entorno tras su divorcio. Igualmente no se puede pasar por alto que Antonio —así se llamaba la víctima— se suicidara el día 2 de julio, ya que precisamente un año antes, el 2 de julio de 2017, el fallecido fue denunciado y detenido, acusado de malos tratos en el ámbito doméstico. 

Soy testigo directo de la desesperanza e ideas suicidas de muchos padres denunciados falsamente por violencia de género. Algunos se suicidaron y otros tuvieron que abandonar su trabajo por estar sumidos en depresión. Estos padres jamás agredieron a sus mujeres. 

Casos desgraciados como el conocido como El cadáver del ascensor, y los vividos en primera persona, ponen de manifiesto dos graves problemas sociales que no preocupan a los poderes públicos: 

1. El suicido es la primera causa de muerte no natural en la actualidad.

2. Los poderes públicos dejan desprotegidos a los varones tras los procesos de separación o divorcio. La actual Ley de Violencia de Género y la reiterada práctica judicial que concede preferencia a los intereses de las mujeres frente a los hombres en los juicios de separación o divorcio son una de las principales causas por las que se crea en los varones sentimientos de frustración, desamparo, abandono y desesperación, sin que los hombres separados o divorciados cuenten con ningún recurso público, social o sanitario que los apoye en tan difíciles momentos. 

Existe una situación de abandono en la que quedan los varones tras los procesos de separación o divorcio y en los procesos penales de violencia de género. Somos numerosos los abogados que denunciamos la situación de desamparo en la que se encuentran miles de varones – ni qué decir hijos y familia extensa- tras denuncias de violencia de género que quedan archivadas o en situaciones de desprotección en procesos de separación o divorcio en los que se desposee a los varones de sus hijos, su casa y sus bienes. 

En la actualidad, es frecuente que la Justicia española actúe movida por el prejuicio, al considerar en todos los casos que la situación de desprotección es la protagonizada por la mujer. Olvidan que, en muchos casos, son los menores los que quedan en situación de desprotección al privarles del referente paterno. O también los varones, al ser desposeídos de sus derechos con carácter previo a las celebraciones de los juicios de separación o divorcio. 

El caso del Cadáver del ascensor puso al descubierto una situación de desamparo y desprotección que no preocupó ni alarmó a los poderes públicos. 

“ Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo, puedes engañar a algunos todo el tiempo, pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”. Abraham Lincoln.

Esteban Bastida Martín.

Todos los derechos reservados

ISBN 978-84-19304-02-5

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