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Vamos a ver cómo los progenitores alienadores son lobos con piel de cordero y cómo lavan el cerebro de sus hijos para que rechacen de forma patológica al otro progenitor. 

Un mensaje parental es un permiso o una prohibición  de un progenitor hacia su hijo. Pero no son permisos o prohibiciones comunes, como “ hoy no vas con tus amigos porque no has finalizados tus tareas”, “ puedes jugar en el jardín”, sino que estos mensajes tienen unas características muy concretas: 

1º.- Únicamente pueden enviar estos mensajes las personas referenciales para un niño, es decir, básicamente sus progenitores, que o bien deja que el hijo que lo recibe crezca como persona y desarrolle sus necesidades emocionales – permiso: “ sé tú mismo”, “ expresa tus sentimientos”- , o bien dirige al menor hacia fines ajenos a sí mismo y bloquea su desarrollo emocional – prohibición: “ no opines”, “ no ames”, “ no te relaciones”.

2º.- Configuran la personalidad del niño, ya que le informan – o imponen- lo que debe pensar y sentir, y en consecuencia le marcan como debe comportarse. 

La vía de transmisión de estos mensajes no suele ser la comunicación verbal, pues no es el medio que produce más impacto en la mente del niño. Los mensajes parentales son sutiles y se transmiten a través del leguaje no verbal y de actitudes que el niño observa en los progenitores e integra como propias: el rictus facial del progenitor ante una circunstancia, el tono o el timbre de la voz, la expresión del estado de ánimo. 

De esta forma es como se “ programa “ mentalmente a un niño, es decir, se le enseña para que adopte una determinada posición ante la vida y hacia las circunstancias y personas, con las consabidas consecuencias para él y para el propio entorno. Una de las consecuencias de adoctrinar – que no educar- emocionalmente con unos determinados mensajes es el Síndrome de Alienación Parental. 

Así, en los casos de Alienación Parental – hacer ajeno a un menor por parte de un progenitor para que rechace al otro-, el alienador suele mantener dos niveles de comunicación con sus hijos: un nivel directo y otro subliminal. El nivel directo puede transmitir verbalmente esos permisos aparente: “ tienes que ir con tu madre”, “ si quieres ve con tu padre”… Sin embargo, el verdadero mensaje parental se transmite con la actitud, el tono o la mirada con que el alienador expresa esa frase, de manera que el niño entiende: “ ojalá no fueras”, “ no me gusta que vayas con ella. Éste es el mensaje educador, que en la Alienación Parental siempre es de prohibición, no de permiso. Esto es lo que ocurre en la mayoría de los casos, puesto que en otros este doble nivel de comunicación no existe y el alienador expresa directa y abiertamente la prohibición a sus hijos: “ es una mala madre”,  “ me maltrató cuanto tenías tres años”, “ nunca te ha querido”; “ nos abandonó por una puta”, “ se acostaba con otro hombre cuando yo siempre estaba trabajando”, “ no te paga la pensión de alimentos”, “ yo soy quien te compra todo lo que necesitas”, “ si no te vas, podremos irnos juntos donde tú quieras”,” si te vas te echaré mucho de menos y estaré muy tristes”, “ te quiero mucho ( con sollozos) etc.  Una característica de la prohibición es que acostumbra a estar sujeta a una condición o beneficio, que por lo general suele ser el amor del progenitor o la pérdida de sus afectos dependiendo de si se obedece a la prohibición o no. 

Los estudios científicos sobre psicología del desarrollo muestran como los menores- especialmente los de corta edad- víctimas de SAP solapan su estado emocional con los de su progenitor custodio, por tanto, no son maduros ni autónomos emocionalmente, sino que se superponen emocionalmente con el adulto a su cargo. 

Con estos mensajes parentales se lava el cerebro  para asegurarse el amor del progenitor alienante y conseguir que el hijo rechace a su otro progenitor, los intereses emocionales del alienador, su afán de venganza por haber rehecho su vida el otro progenitor, por su dolor o herida narcisista, por intereses económicos – o todos juntos- pasan por encima de los intereses emocionales y psicológico de los hijos a relacionarse y desarrollarse de manera normalizada, con una figura insustituible como es un padre o una madre.

 Por ello, desde el punto de vista penal, esta forma de abuso emocional sobre los hijos es constitutivo de un delito continuado de maltrato psicológico en ámbito familiar, pues el menor se ve obligado a renunciar al amor de uno de sus progenitores.  Esta patología del vínculo que el psiquiatra Paul Bensussan denomina “ desinterés parental” y que yo he comprobado en mi trayectoria profesional,  en muchísimas ocasiones los niños alienados llegan a olvidar el amor que han recibido y dado y “ desaprender” a querer a uno de sus progenitores. Se trata de un acto brutal de los alienadores contra sus propios hijos, al violar y distorsionar sus identidades, sin importarles lo más mínimo los daños causados por un monopolio afectivo creados sobre una IMPOSTURA.

El tiempo es crucial para la instauración del SAP. Es de vital importancia que los profesionales – jueces, magistrados, fiscales, abogados, psiquiatras, psicólogos, pediatras, trabajadores sociales-  conozcan sobre esta materia para que no colaboren , como lo vengo viendo desde hace muchos años, con la suspensión de visitas tan frecuentes por parte de los jueces – también fiscales-, carentes de formación en SAP, otros negacionistas del SAP porque siguen a ciegas las directrices y  guías que dictan el Consejo General del Poder Judicial y la Fiscalía General del Estado – llenas de falacias sobre el SAP y que trato en la obra- sobre la desautorización del uso de SAP en los procesos judiciales y otros jueces “ dóciles”, que no se atreven a aplicar la ley – en defensa de los menores víctimas de maltrato psicológico- por tener miedo a represalias.

Cuando los peritos van a evaluar a una familia para determinar si las conductas que presenta el menor corresponde a un SAP, hay que tener presente que se está ante un proceso largo en el tiempo, en el cual el padre alienador ha desarrollado muchas y variadas estrategias para enviar opiniones negativas del progenitor alienado – mensajes parentales- a los hijos, al médico, a los profesores, a los abogados, a los jueces y fiscales, a los psicólogos de los Equipos Psicosociales adscritos a los juzgados y, en general, a quien le quiera escuchar. Según va desarrollando su odio hace el progenitor alienado o “ diana”, el menor necesita notar la unión con el otro que le está manipulando psicológicamente. Se sabe que el odio une mucho -a veces más que el amor- a las personas que están proyectando ese odio hacia un objeto común. 

Otro aspecto o característica de los mensajes parentales es el sentimiento del menor de que el alienador es siempre bueno y correcto en todo; frente al otro, que es malo y por tanto se merece ser injuriado y que se le trate “ a patadas” y, además, sin ningún arrepentimiento ni pesar. Esto es realmente impresionante cuando los ves en las exploraciones judiciales o en los informes periciales de psiquiatras o psicólogos realmente expertos en esta materia. Si se le apunta y se le enseñan fotografías a un menor alienado en las que se le ve feliz y contento con ese progenitor que tanto rechaza u odia ahora, dice con frialdad: “ ese no es mi padre”, “ ese no es nada mío”.

Existe un reloj emocional para el desarrollo y consolidación del SAP que puede establecerse entre los cinco y los once o doce años de edad. Los niños de estas edades son los más sensibles a la programación de uno de sus progenitores. Se sienten responsables al participar de forma consciente en los conflictos familiares, y optan por proteger y ayudar al progenitor que percibe “ erróneamente” más débil. Y si este, con su actitud o incluso verbalmente – o comunicación no verbal- le envía mensajes parentales contrarios al otro progenitor, dese ese momento la alienación está servida. A partir de este momento, el propio niño es el que actúa de forma autónoma y original contra el progenitor despreciado u odiado de manera patológica. El progenitor alienador, ante estos comportamientos, ya no necesita dar más ideas al hijo y, con frecuencia, ante los profesionales que les atienden, suele quitarles importancia y atribuir el que se produzca a la poca habilidad del otro para manejar al menor. 

El hijo así transformado tendrá muchas dificultades para tener un desarrollo sano en todos los sentidos, en tanto que el vivir y crecer con una imagen tan destructiva de unos de sus progenitores le genera tal tensión y estrés que son frecuentes, tal y como lo he comprobado como testigo directo, los trastornos de ansiedad generalizada, somatizaciones, trastornos depresivos, agresividad, insomnio, ideas autolíticas, intentos de suicidio, entre otros. En algunos casos estos cuadros son tan intensos que necesitan tratamiento psiquiátrico e incluso el ingreso hospitalario, pero en general es muy frecuente que pase desapercibido todo el trasfondo alienador, fundamentalmente por dos motivos. Uno, por la falta de conocimiento y estudio por parte de psiquiatras, psicólogos, jueces, fiscales, abogados, trabajadores sociales, a no ser que tengan un plus de conocimientos forense y/o psico-jurídicos. Y dos, no menos importante, porque el progenitor alienador elabora falacias contundentes y se encargará de confundir a los profesionales y lo mucho que transmitirá es que tienen muchos problemas – genéricos- derivados del divorcio. 

Ante la multitud de casos que dirijo de SAP, me he preguntado cómo los padres pueden provocar un daño tan terrible a sus propios hijos. No se mantiene el axioma de que los padres siempre quieren lo mejor para sus hijos. Los progenitores alienadores, en general, tal y como está descrito en la literatura científica, no tienen trastornos psiquiátricos ni de personalidad. Tienen trabajos sociales normales y muchos un alto nivel educativo.  Se puede explicar mediante la maldad del ser humano. Son lobos con piel de cordero.

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